ALELUYA, ALEXANDER

Soy solo suya y grito aleluya
tuya mía mía tuya

saltan las grullas, canes patrullan
gritan los reyes, ponte los pantis
acusan los jueces, se comen las heces:

naces, pereces, resumen.
Nariz, zona periodontal, cardumen.

Pareces deshilachado como el espantapájaros
¿quién me llama?,
la llama me llama en llamas
y busco las baldosas amarillas, compay.

Llévame al país de las cobayas, ponte la corbata.
Llámame desde el país de los ocelotes, ponte los pantalones.
Grita aleluya y chupa el metal.
Luego dirás que te sabe to’ mal.
Abrirás la mano y te darás cuenta de que la divisa se ha devaluado.
La gasolina sube, los corazones bajan.
Los calcetines son blancos en zapatos de piel.
Gritemos aleluya tres veces.
Y resucitarás a Alexander Magnus para que te parta en dos con su espada.
Tuya mía mía tuya.

Campamento base

Subes Everest y no restas.
Sumas apuestas y no cesas,
el campamento base se levanta, el viento aprieta
y las bacterias danzan como esqueletos de jengibre.
Nadie sabe lo que pasa cuando te quedas sin olfato.
Nadie sabe lo que pasa cuando te quedas sin oxígeno.
Pasa, subes Everest y se te olvida la dirección del campamento base.
Y te aproximas a una pesadilla nueva:
ya no son gobiernos, son tiranías.
No existe el método científico.
Empapelan a los desconocidos y nadie sabe cómo bajar.
Uno se enreda al mundo de antes
cuando pasear no era delito.
Ahora subes Everest sin restar
sin sumar
sin bostezar
durmiendo en la noche de una locura sin límites.